julio 07, 2018

La piel de mi abuela

Mi abuela se ha despedido de mi con ganas de llorar nuevamente, y yo le he sonreído sutilmente desde mi lugar, se que le complace estar acá pero su corazón esta en otro lado, su hogar. El hogar que levanto desde sus cimientos; en donde formo su familia; donde me crió, vio crecer y me enseño a querer. Ese lugar donde es libre a pesar de sus dolores en las piernas que a veces no la dejan caminar.

Su caminar es lento al igual que mis latidos, sus manos a veces tiemblan pero siguen siendo suaves. Las arrugas no han logrado endurecerla y sigue siendo tan dulce como el perfume de las flores silvestre de su jardín, aquellas que sonríen cuando la ven pasar, así como lo he hecho yo esta mañana.

Abuela, a mi también se me ha arrugado el corazón.


El patio de la Abuela.


El patio de la abuela es un camino de piedras con ojeras. Y es la abuela, tan alta y extendida. Tan sonriente que parece que siempre amaneciera en cada una de las palabras que brotan desde el patio, como flores. Uno se va durmiendo poco a poco debajo de la piel de la abuela, en el patio de su manera de quererlo a uno.

Tiene todo lo que una abuela quiere tener:
Un patio, un árbol, una silla, un nieto y una flor.
Por dentro tiene añales y caminos y cuentos de nunca contar. se le ven en los ojos.


— Orlando Araujo,
Cartas a Sebastián para que no me olvide.

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